4. Interactividad

4.1. Introducción a las instalaciones audiovisuales interactivas

Para acabar estos materiales, no queremos dejar de hacer referencia a las posibilidades que nos ofrecen los sistemas de interacción aplicados a las instalaciones audiovisuales.

El término interacción es amplio, y en el mundo del arte contemporáneo puede describir un amplio abanico de mecanismos que permiten a la obra relacionarse con el entorno, bien sea con los espectadores o con el contexto ambiental, a través de mecanismos analógicos o digitales, o con uno o múltiples usuarios.

El ser humano es, fundamentalmente, un constructor y un usuario de herramientas. Nuestra biología nos hizo evolucionar y nos ofreció un pulgar opuesto en las manos, lo que nos permitió desarrollar una gran destreza manual para fabricar y utilizar herramientas. Este fundamento biológico, junto con nuestra curiosidad innata, magnifica nuestro deseo de «tocar» las cosas y el de interactuar con ellas, favoreciendo aquellas actividades que nos permiten usar nuestras manos o nuestras acciones físicas como desencadenantes de efectos.

Aquí es, evidentemente, donde radica el interés de la integración de los sistemas interactivos dentro de nuestras obras de instalación audiovisual: si ofrecemos a los espectadores la posibilidad de jugar, de tocar o de comandar las respuestas audiovisuales de las instalaciones, obtendremos un vínculo muy fuerte entre el espectador y la obra. Tanto es así que muchas obras digitales contemporáneas solo se pueden comprender de forma completa cuando se interactúa con ellas: la obra ya no es simplemente un objeto para la contemplación pasiva, sino que se convierte en un juego que solo puede observarse en su totalidad cuando se participa activamente en él. Así, el espectador forma parte inseparable de la obra, integrándose plenamente en ella.

Cabe decir, sin embargo, que –tal y como explicábamos– la idea de interactividad es amplia y no hace referencia solo a la interacción física con humanos. Este término, interacción, podría describir también la capacidad de las instalaciones de interactuar con el entorno ambiental, por ejemplo. Datos como la temperatura, la contaminación, la humedad, o cualquier otro dato numérico –obtenido de una base de datos en línea, por ejemplo–, configurarían una instalación interactiva sin haber menester una interacción con humanos.